Amor espejado, el error de amarnos a través de otros.

Como ya lo expresa el título, el tema a colación consiste en que algunas personas careciendo de la capacidad de valorarse a sí mismas y teniendo estancado su desarrollo emocional, utilizan a terceras personas como medio para apreciarse y valorar sus logros y sacrificios, dejando así en manos de otros la atribución de definir su vida, entrando de esta manera en un ciclo de dependencia, el cual es contraproducente para el individuo y puede desembocar en grandes depresiones. Una forma de expresarlo sería que la persona utiliza al otro como un espejo de sí mismo, haciéndole el motivo aparente de nuestros éxitos y entrega, por lo cual dejamos en su poder el reconocimiento de lo que somos por nosotros mismos, pudiendo en caso de una valoración negativa, ya sea por el abandono de esta persona o la indiferencia de la misma, hacer que cuestionemos nuestra importancia como personas y la importancia de todo lo obtenido con trabajo y abnegación, generalmente etiquetándolos de insignificantes y estériles.

Si bien en principio no tiene nada de malo el deseo de aprecio y reconocimiento por parte de las personas que amamos y son importantes para nosotros, e inclusive es determinante en una etapa temprana de la vida, el quedarnos varados en esta etapa, sin ir madurando y creciendo, es un peligro porque nos hace incapaces de desarrollarnos tanto emocional como psicológicamente de forma completa y nos estanca en el sufrimiento y la repetición de esta conducta; pudiendo también desarrollar otra condición que usamos como defensa de la vida misma, el amor idealizado.

Este otro tipo de pseudo amor, por lo general es resultado de la exaltación de las virtudes de una persona quien en un tiempo fue importante para nosotros y la negación de sus defectos, y del comparar esta idealización constantemente con las personas con quienes entablamos relación en el mismo plano y así poder medirlas de alguna manera, nunca pudiendo ser superada la otra.

Esto vendría a ser una suerte de mecanismo de defensa contra el dolor de la perdida y el sufrimiento que acarrea; presupone la decepción e inclusive la promueve, porque al creer conocer el resultado nos creemos en control de la situación, nada más alejado de la verdad, en razón de que nos bloqueamos, haciendo que un dolor del pasado condicione nuestro futuro, lo cual indefectiblemente conlleva a la frustración y el desamor.

Es cierto que la experiencia determina quienes somos, pero no exclusivamente, sino también como interpretamos y asimilamos esas experiencias, siendo conscientes de que somos seres con capacidad de aprendizaje y que cada prueba, cada desafió,  triunfo o derrota nos deja una enseñanza para el porvenir, debemos apreciar nuestros logros, aprender de nuestros errores y valorar el sacrificio que ponemos en cada uno, sin importar el resultado; esforzarnos en ser la mejor versión de nosotros mismos, sabiendo que hay cosas por mejorar y cosas buenas también y por sobretodo aprender a  amarnos para poder amar libremente a los otros.