¡LA MAGIA DE LA VIDA!
¡LA MAGIA DE LA VIDA!
La vida es un don, la dádiva estelar de nuestro infinito creador; y la madre de los placeres más bellos los tenemos, al sentir la alegría.
Si a cada episodio de nuestra vida imprimimos una etiqueta, ¿cómo encapsular millones de luces y colores, el núcleo del regocijo, lo que endulza nuestras almas hasta saciarlas?
La belleza de las rosas, la divinidad de la naturaleza, los aromas de los campos, la suavidad de las delicadas superficies, los dulces sonidos que acarician nuestros oídos son gotas de la laguna inmensa de nuestro existir.
La vida nos sonríe a cada paso, como el espejo de nuestros mas alucinantes sueños, reflejando los halos que iluminan nuestros pasos a la travesía del infinito.
Un cielo azul profundo de libertad, una noche revestida de rutilantes estrellas, cuán magnifico lo que descubrimos dentro y fuera de nuestro ser.
Y esta es la llave del universo: amar al mundo, amar a la gente buena, alegre, y que nos ofrece su mano amiga, pues así explota y crece a cada momento la felicidad, y de par en par las puertas de los tiempos se abren para recibir un corazón enardecido.
Y el testimonio del ser es que refulge como huella imborrable el poder de la dicha, el cual escapa de las superficies, formas y volúmenes, y solo se puede contemplar íntegramente cuando el incisivo silencio enmudece los sentidos, y la visión interior desnuda el paraíso que como gotas de dulce néctar y resplandores verde esmeralda, nutren y tiñen el interior de nuestro espíritu.
Franco Egidio Benítez
Miércoles 14 de abril de 2010
La vida es un don, la dádiva estelar de nuestro infinito creador; y la madre de los placeres más bellos los tenemos, al sentir la alegría.
Si a cada episodio de nuestra vida imprimimos una etiqueta, ¿cómo encapsular millones de luces y colores, el núcleo del regocijo, lo que endulza nuestras almas hasta saciarlas?
La belleza de las rosas, la divinidad de la naturaleza, los aromas de los campos, la suavidad de las delicadas superficies, los dulces sonidos que acarician nuestros oídos son gotas de la laguna inmensa de nuestro existir.
La vida nos sonríe a cada paso, como el espejo de nuestros mas alucinantes sueños, reflejando los halos que iluminan nuestros pasos a la travesía del infinito.
Un cielo azul profundo de libertad, una noche revestida de rutilantes estrellas, cuán magnifico lo que descubrimos dentro y fuera de nuestro ser.
Y esta es la llave del universo: amar al mundo, amar a la gente buena, alegre, y que nos ofrece su mano amiga, pues así explota y crece a cada momento la felicidad, y de par en par las puertas de los tiempos se abren para recibir un corazón enardecido.
Y el testimonio del ser es que refulge como huella imborrable el poder de la dicha, el cual escapa de las superficies, formas y volúmenes, y solo se puede contemplar íntegramente cuando el incisivo silencio enmudece los sentidos, y la visión interior desnuda el paraíso que como gotas de dulce néctar y resplandores verde esmeralda, nutren y tiñen el interior de nuestro espíritu.
Franco Egidio Benítez
Miércoles 14 de abril de 2010
un bello poema, con tintes de verdad y mucha pasion
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